“And I´ll dance with you in Vienna I´ll be wearing the river disguise”
“Y bailaré contigo en Viena llevaré puesto el disfraz de río”
Take this waltz, Leonard Cohen
Viena es Sissi y Sissi es Viena, nunca hubo una persona y una ciudad tan vinculadas la una con la otra. Aunque Sissi era alemana de nacimiento y siempre se sintió muy cercana a Hungría, su lugar fue Viena. Su maldición, su imperio, su triunfo. Su esencia. Allí vivió llena de esplendor y de tragedias, allí dejó su huella de sangre y dolor.
El Palacio de Schönbrunn, su residencia veraniega, es una inmensa maravilla que alberga varios museos y jardines. Algo alejado del centro de Viena, está siempre repleto de turistas y cuesta encontrar algo de esa paz que allí buscaba Sissi, pero hay que ir a verlo. Sólo las vistas desde el balcón exterior ya valen la pena.
Dentro del Palacio, asisto a un espectáculo de panadería. Sí, por un módico precio puedes degustar un café con strudel a la vez que un simpático panadero te cuenta todo el proceso de fabricación del delicioso dulce mientras elabora uno en directo. El strudel es una masa rellena de manzanas, pasas, almendras y otras delicias, horneada y espolvoreada con azúcar glass. Hay bastantes recetas de strudel, pero supuestamente en el palacio te ofrecen la auténtica, la que hacía enloquecer a los vieneses de la época.
Carrozas
El museo de las Carrozas es como mínimo curioso y de lo más bonito. Hay carrozas diminutas en las que viajaban los niños reales, carrozas grandes como camiones y llenas de florituras, a las que llamaban “Trono sobre ruedas”, carrozas con trineo en vez de ruedas para que los reyes pudieran viajar sobre suelo nevado… un espectáculo.
También hay allí un retrato de María Teresa de Hausburgo con 11 de sus 16 hijos. Yo también lo tuve que leer dos veces para cerciorarme, 11 de sus 16 hijos. No comment.
Sissi vs Diana
En el museo de las carrozas me llamó mucho la atención uno de los videos que se proyectan, haciendo una comparativa entre la vida de Sissi y la de Diana de Gales. Y da un poco que pensar.
Ambas princesas desposaron siendo muy jóvenes al soltero más deseado de su época. Vale, ya sé que llamar al entonces príncipe Carlos “deseado” es mucho decir, pero lo cierto es que lo era, casarse con un futuro rey a la gente le emociona mucho. Y en ambos casos el príncipe era el pretendiente de una de las hermanas mayores que quedó fascinado al conocer a la menor. Francisco José de Austria debía haberse casado con Nené, hermana de Sissi (qué nombrecitos les ponían a las pobres) pero cuando las dos familias se reunieron quedó prendado de la pequeña Isabel, de 15 años, y se negó a casarse con la hermana. Carlos pretendía (o le hacían pretender, que la royal family ya se sabe) a Sara, hermana mayor de Diana. Lo suyo no cuajó pero no por culpa de Diana (igual fue por culpa de Camilla, quién sabe) el caso es que unos años después Diana había crecido y Carlos se decidió por ella para convertirla en Princesa de Gales.
Ambas princesas fueron adoradas por el pueblo y rechazadas por la alta sociedad, ninguna de las dos se adaptó al estricto protocolo de la corte y sus respectivos maridos estuvieron siempre demasiado ocupados para prestarles más atención que la estrictamente necesaria, con el daño que eso hace en una mente joven, femenina y frágil. Aunque también hay que decir en favor de Francisco José que al menos él sí estaba enamorado de Sissi cuando se casó con ella y tardó en tener amantes. Al final las tuvo, pero comparado con el otro que venía con la amante bajo el brazo pues hombre, tiene mérito.
Pero en lo que más se parecen Diana y Sissi, lo que hace que inmediatamente una recuerde a la otra es su frágil salud mental y lo mucho que sufrieron siendo ambas tan jóvenes, ricas y agraciadas. La vida a veces es imprevisible.
Sissi estaba obsesionada con su belleza, se mataba de hambre y de esfuerzo para mantenerse esbelta, no dormía, no comía, y dejaba extenuadas a las damas que tenían que acompañarla en sus larguísimas caminatas por el bosque, de día o de noche, que podían durar horas. Diana padeció anorexia y bulimia y tampoco perdonaba el ejercicio físico, aunque no sabemos si llegó a estar tan obsesionada como Sissi.
Diana se torturaba con la alimentación y los taconazos, Sissi lo hacía con un corsé diminuto que reducía su cintura a lo imposible. Sus horrorizados médicos le prohibieron llevarlo, pero ella no podía soportar la idea de engordar y siguió utilizando el dichoso corsé toda su vida. Además dedicaba 6 horas diarias a su aseo personal, al menos dos de ellas a que sus damas le cepillaran su larguísima cabellera, que le llegaba casi hasta los pies.
Cuando cumplió los 40, Sissi se negó a que alguien volviera a ver su rostro. Podía mantenerse delgada, pero la juventud la abandonaba para siempre y eso hizo estragos en su torturada mente. Se cubrió con un velo en todas sus apariciones públicas, usó sombrillas y enormes abanicos y prohibió nuevos retratos de ella. Pobre Sissi.
Diana no llegó a cumplir los 40, pero los últimos años de su vida fueron una súplica para tratar de que la dejaran en paz. Los fotógrafos la atormentaron hasta el mismo momento de su muerte y encontrar a alguien que la amara de verdad fue la obsesión que no la dejó vivir cuando aún estaba viva. Diana nunca pudo llenar ese doloroso vacío en su corazón, que la ahogaba como el corsé ahogaba a Sissi, pese a los amantes que buscaba de una manera tan desesperada como errónea. A Sissi no se le conocieron amantes, pero sí una relación intimísima con su profesor de hípica, un joven llamado Bay que desató las iras de la reina cuando decidió casarse con otra. ¿Por qué haría enfadar tanto a la reina el matrimonio de su joven amigo? ¿por qué lloró, suplicó y amenazó en vez de simplemente alegrarse por él? es fácil suponerlo… el caso es que Bay no tuvo en cuenta los deseos de su reina sino los suyos propios, y contrajo matrimonio con su prometida desairando a Sissi, que prescindió inmediatamente de sus servicios y de su amistad. Nunca más volvieron a estar en contacto.
Pero ahora viene lo bueno: el joven Bay era caballerizo de conde John Spencer. Sí tatarabuelo de Diana, y por si fuera poco se apellidaba… ¡¡¡TACHAAAANNN!!!: Middleton. Bay Middleton. Si fue o no tataratatarabuelo de Kate, eso ya no lo sabemos. El mundo es un pañuelo y el de la realeza es un pañuelo pequeño.
A Diana le gustaban los animales, pero Sissi para variar se obsesionó con ellos, con los caballos en especial. No sabemos si el profesor de hípica tuvo algo que ver, pero Sissi poseía un montón de caballos a los que adoraba como si fueran sus hijos. Una de las salas de museo se llama Ridding Chapel (Capilla de la Equitación, o algo así) y está decorada exclusivamente con retratos de caballos, todos pertenecientes a Sissi. También se puede ver allí la única silla de montar que se conserva perteneciente a la emperatriz, una silla para damas, claro, incomodísima y decorosa en la que Sissi montaba con el tronco al frente y las piernas giradas hacia un lado, estropeando a la vez su columna vertebral y su vestido con tal de no mostrarse en público con las piernas abiertas. Como si no tuviera bastante con el corsé y como si se pudieran ver sus piernas bajo el enorme vestido. Vestido que Sissi hacía combinar siempre con el color del caballo que pensaba montar ese día, hasta ahí llegaba su obsesión.
Tanto Sisi como Diana sufrieron el Síndrome de Wanderlust, y si os estáis preguntando qué significa semejante palabro alemán, es la obsesión por viajar. En cuanto sus maridos dejaron de hacerles caso, ellas se embarcaron en viajes que les devolvían el protagonismo de sus vidas y algo del amor que deseaban disfrazado de la admiración del pueblo, porque ahí es donde se sentían queridas.
La relación de ambas princesas con sus respectivas suegras fue de todo menos buena. La Archiduquesa Sofía torturó mentalmente a Sisi, la menospreció, la separó de sus hijos… la Reina Isabel no torturó a Diana de esa manera, pero tampoco le puso fáciles las cosas.
Sissi empezó a morir el día en que se enteró del suicidio de su hijo, el Archiduque Rodolfo, en México y acabó de morir cuando el anarquista Luigi Lucheni le clavó un estilete en el corazón durante un viaje a Ginebra, a los 60 años. Diana murió en un accidente de coche bajo el puente de Alma en París, mientras su alcohólico chófer trataba de alejar a los paparazzi de la princesa y del millonario novio. Las dos tuvieron un destino trágico y una muerte violenta que acabó con sus desgraciadas vidas.
Dime tu nombre…
…y te haré reina de un jardín de rosas… rezaba una canción de los años noventa. No sé si el autor la escribió en Viena, pero podría haberlo hecho en los jardines Volksgarten, que cuentan con más de 200 variedades de tan hermosas flores. Pasear por allí es un gusto para la vista y el olfato.
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